Durante estos días se está celebrando en Madrid la Conferencia sobre el cambio climático que pretende poner de manifiesto los importantes daños que está sufriendo nuestro planeta y la urgencia de tomar medidas que ayuden a revertirlos.
Cuando esto ocurre, es muy frecuente que nos preguntemos cómo podemos ayudar desde nuestra rutina diaria. Bien pues lo cierto es que una manera de poner nuestro granito de arena es a través de nuestra alimentación, reajustándola de tal manera que la gran parte de lo que consumamos sean alimentos de proximidad y de temporada.
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Cuando nos referimos a alimentos de proximidad, queremos hacer hincapié en aquellos alimentos que se producen en un área cercana a dónde se consumen. Esto es importante ya que incluyéndolos en nuestro día a día no sólo ayudamos al medio ambiente, sino que también supone ventajas a nivel económico y beneficios para nuestra salud.
En primer lugar, cuando se reducen las distancias que un producto tiene que atravesar hasta llegar al consumidor, se limitan también las emisiones de CO2 derivadas de los medios de transporte empleados y que es uno de los principales responsables del efecto invernadero. Además, está ampliamente comprobado que se reducen notablemente los desperdicios de alimentos tanto por fallos en transporte y/o conservación como por motivos de estética o marketing y el uso de plásticos destinados al embalaje.
A nivel económico, las ventajas tampoco son despreciables ya que con su consumo se favorece el pequeño comercio local y suelen ser bastante más baratos ya que su precio no está incrementado como consecuencia de los intermediarios extra o las mayores necesidades de transporte, embalaje o almacenamiento.
Finalmente, llevar a cabo una alimentación cuya base sean los alimentos producidos en nuestro entorno más cercano también tiene ventajas para nuestra salud. En concreto, hace posible que los alimentos (especialmente frutas, verduras y hortalizas) se recolecten en su momento óptimo de maduración por lo que también en su momento de mayor concentración de nutrientes.Resultado de imagen de recogida de setas
Por si todo esto no fuera suficiente, cuando consumimos alimentos de proximidad éstos también serán de temporada lo cual significa que se han recogido en el momento óptimo de consumo según su ciclo biológico aportándonos, por tanto, numerosos beneficios tanto a nivel ecológico como nutricional y organoléptico (mejor sabor, aroma, textura…)
Por consiguiente, cuando queramos comer naranjas, mejor que sea en invierno y de Valencia; las fresas preferiblemente en primavera y de Huelva; con el calor del verano podremos disfrutar de las mejores sardinas del Atlántico; y en otoño, se recogen infinidad de setas en los bosques de Asturias, Navarra o el País Vasco entre otras muchas comunidades españolas.
 

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